En una oportunidad, un hombre buscaba enseñar a su hijo una valiosa lección que había aprendido cuando había sido adolescente:
“Una vez mi padre me había encargado la responsabilidad de tirar la basura muy tarde en la noche. Un largo y oscuro pasillo conectaba la cocina con la puerta, y cada vez que prendía la luz, había una sortija que brillaba en la noche. Pero su brillar era demasiado resplandeciente, tanto, que no me permitía mirar a través el pasillo. Y no importaba cuántas veces prendía la luz, siempre estaba esa sortija tirada en el suelo, y su resplandor no me permitía mirar alrededor del pasillo. Traté de caminar en medio de la oscuridad, pero era muy difícil, entonces sentí algo extraño por mis piernas e inmediatamente hice un gran esfuerzo para encender la luz y mirar lo que acariciaba mis extremidades, al mirar que eran tres grandes arañas, corrí despavorido por el largo pasillo y llegué a la puerta en tan solo unos segundos. En eso recordé la sortija, la oscuridad, la molestia en mis ojos para ver, pero me di cuenta que las grandes dificultades hacen que las tontas limitaciones se olviden, tanto las buenas como las malas, y entonces sacamos al vencedor inconsciente que mora en nosotros.
Desde ese día, trato de ser inconsciente: un optimista inconsciente, un padre inconscientemente amoroso, un amigo inconscientemente fiel, un empresario inconscientemente comprometido con mi trabajo. Si mi inconsciencia puede evitar los odios y miedos estúpidos, prefiero ser un gran inconsciente”
Famel Vasquez
Lic. Comercialización